sábado, 28 de junio de 2014

Hasta que los manes os separen...

En mi experiencia docente me ha sucedido en varias ocasiones que a la hora de hablar del mundo grecorromano mi alumnado me preguntaba "¿Cómo es posible que se casaran por obligación?¿Dónde está el amor"? Teniendo en cuenta que mi alumnado en ese caso era adolescente, puede comprenderse que entre toda la cantidad de cambios físicos y mentales que desarrollan, la explosión hormonal y la gran importancia que otorgan al sentimiento amoroso les hiciera preguntarse tales cuestiones.
Isis Lactans (s. II d. C., Roma)
 Quizá dedicar una entrada al matrimonio a lo largo de la Historia sea demasiado pretencioso y agotador, de modo que he decidido irlo mostrando en trocitos. Más allá de que el matrimonio, hasta el siglo XX (si me apuráis, hasta el siglo XIX, pero no antes), fue un contrato económico y no una unión meramente sentimental, tuvo sus matices a lo largo de la Historia; en este caso he decidido centrarme en la época romana, que ya ha sido objeto de entrada en otro apartado (ver la mujer romana y las letras).

Isis procedente de la Villa Adriana (s. II d. C., Roma)
En primer lugar, y aunque aunque pueda parecer extraño por la rigidez de sus estructuras sociales, la mujer  romana tuvo una libertad relativa, y entre algunos de sus beneficios estaba el divorcio (aunque condicionado a la aceptación del marido, eso sí, al igual que el aborto). Como se ha mencionado anteriormente, el matrimonio en Roma y sus provincias era una especie de pacto económico y político, especialmente entre los patricios (las clases más poderosas de la sociedad romana). Es más, las uniones entre gentes patricias y plebeyas (escalafón inferior de la sociedad, aunque dentro de este grupo había sus diferencias) estaban rigurosamente prohibidas hasta el año 445 a. C., cuando la Ley de Canuleia las abolió.
 Este pacto, en principio, tenía que ser aceptado por el "pater familias" de cada familia, aunque con el paso del tiempo los contrayentes adquirieron voz y voto en este asunto; en este sentido hay que pensar que para los romanos el rol de la mujer se restringía al ámbito privado y, por lo tanto, era necesario escoger a una "mater familias" o "matrona" que gestionara perfectamente un hogar y educara a la futura prole. Además, la mujer tenía que ser un modelo de honestidad y moral, y no destacar por encima de su esposo.
Con la caída de la República y la llegada del Imperio, la mujer va a modificar sus hábitos. Probablemente el culto a Isis (diosa egipcia de la fidelidad y la castidad en el matrimonio) a partir de los ss. II-III d. C. van a intentar sacralizar la sumisión de la mujer a unos ideales que para el varón romano se estaban perdiendo. En este periodo se empieza a extender un modelo de matrimonio llamado "sine manu", en el que si la mujer se divorciaba pasaba otra vez a la tutela paterna (con la dote incluida).
Las bodas se celebraban cuando los cónyuges eran jóvenes (a partir de los 12 años para las mujeres y 14 para los varones, aproximadamente) ya que la procreación era un valor clave del matrimonio. Como detalle interesante hay que destacar que las mujeres, como rito previo anterior a la boda, consagran sus juguetes a los lares o manes (divinidades domésticas) para que el matrimonio sea propicio.
 Una vez puestas de acuerdo las familias, la boda se organizaba en un día que se consideraba propicio (generalmente no se aprovechaban días festivos, los días de kalendas, idus y nonas, entre el 1 y el 15 de marzo, entre el 13 y el 21 de febrero...) para que el matrimonio fuera un éxito.
 La boda suponía una sucesión de ritos en los que la novia, asesorada por una pronuba o matrona, mostraba el abandono de la casa familiar y el paso a la vida conyugal. La fiesta finalizaba con un banquete con familiares y amistades que terminaba con la novia en su nueva casa. Tras la noche de bodas, al día siguiente se celebraba otro pequeño banquete para la familia.
 Como curiosidad se puede destacar que ciertos ritos que aún hoy siguen vigentes en las bodas, como las arras (símbolo del compromiso del matrimonio) o el anillo (símbolo de eternidad de la unión de las dos personas).

Retrato de Terencio Neo y su esposa (s. I d. C., Pompeya)


Bibliografía


- Irigoyen Troconis, M. P., “La mujer romana a partir de fuentes literarias y jurídicas”. Recurso electrónico:  http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/4/1855/18.pdf. Consultado el 11 de junio de 2014
Tébar Megías, R. y Tébar Megías, E., “El culto a Isis y la sexualidad femenina”, en Alfaro Giner, C. y Tirado Pascual, M. (eds.), Actas del Segundo Seminario de Estudios sobre la mujer en la Antigüedad, Valencia, 2000, pp. 15-37