miércoles, 14 de mayo de 2014

El Impresionismo en femenino

El Impresionismo, como todos sabéis, es un movimiento pictórico que desde mediados del siglo XIX sacudió los cimientos de la cultura pictórica establecida en Europa. En la primera mitad de siglo el estilo y la temática académica copaban el gusto del consumidor de arte; también destacaban los cuadros de temática histórica, fundamentales para todo artista que quisiera entrar en un entorno reglado (vease becas artísticas en Italia, entrada en academias de Bellas Artes,...).
 A partir de 1863, cuando se empiezan a celebrar exposiciones de tipo impresionista, la pintura europea da un vuelco: Aparecen nuevos temas, la forma de pintar cambia, los/las artistas empiezan a desvincularse de los entornos académicos, etc.
 Conocidos por todo el mundo son autores como Renoir, Degas, Cezanne, Manet,... Pero, ¿y las mujeres? ¿Había mujeres pintoras en este nuevo entorno? Bien, hay que entender que desde finales del siglo XVIII la política, la economía y la sociedad estaban soportando importantes cambios, y las mujeres no se encontraban al margen, por supuesto. Poco a poco habían ido surgiendo voces femeninas que pedían un mayor reconocimiento público de la mujer (Mary Wollstonecraft, Olimpia de Gouges), y sobre todo las clases sociales más altas habían visto cómo sus féminas se habían ido liberando de ciertos corsés tradicionales, aunque no terminaba de esta bien visto.
 Por lo tanto, podemos decir que había mujeres impresionistas, aunque les costó mucho trabajo labrarse una reputación y poder vender sus cuadros como el resto de pintores. En concreto podemos destacar a Berthe Morisot y a la protagonista de nuestra entrada de esta semana, Mary Cassatt.

Autorretrato (1878)

De origen estadounidense, Mary Cassatt nació en una familia en cierto modo abierta a los nuevos tiempos (aunque a su padre, un banquero de Pennsylvania, no le hacía demasiada gracia eso de que pintara); de este modo, pudo viajar a Europa en varias ocasiones para aprender idiomas, y poder conocer artistas y culturas distintas. De este modo pudo absorber la influencia de autores italianos del Renacimiento y del Barroco, e incluso pasó dos años en España (1872-1873), donde conoció la obra de Velázquez y Goya.
 Debemos imaginar la dificultad que suponía para una mujer de la época abrirse paso en el mundo del Arte, y de la pintura en particular. Para empezar, las mujeres tenían prohibido el acceso a Escuelas de Bellas Artes (p. ej. Francia), de modo que si tenían suerte podían recibir clases privadas, u optar por el aprendizaje por sí mismas.
 Por otra parte, Mary Cassatt tuvo que luchar contra la prensa y las críticas hacia su estilo pictórico; pensemos que si el Impresionismo no terminaba de ser aceptado en los círculos académicos, más difícil lo tenía esta impresionista por el hecho de ser mujer.
 Pero pese a todas estas dificultades, Mary Cassatt pudo entrar en los círculos impresionistas a través de vínculos con pintores como Pissarro (que fue su maestro), Degas o Berthe Morisot (otra pintora de la que ya habrá ocasión de ocuparse).
De todos estas personalidades artísticas Cassat pudo aprender a desarrollar un estilo de pintura diferente al academicismo que aprendió en su juventud; sus retratos femeninos y las temáticas familiares, llenas de madres y niños y niñas son una característica fundamental de su obra. Curiosamente, Mary Cassatt permaneció soltera toda su vida y no tuvo descendencia, ya que consideraba que de este modo su carrera podía quedar frenada.
Maternidad (1890)

El baño (1893)
 Desde 1911 los progresivos problemas de salud (diabetes, ceguera,reumatismo,...) hicieron que su capacidad de pintar cada vez fuera más mermada, aunque en 1915 aún tuvo tiempo de contribuir con pinturas de apoyo al movimiento sufragista. Mary Cassatt falleció en Francia en 1926.

Bibliografía

-          Los grandes maestros del Impresionismo. Edgar Degas. Mary Cassat. Berthe Morisot, Madrid, 1999
-          Porqueres, Beatriz, Diez siglos de creatividad femenina: Otra Historia del Arte, Barcelona, 1995