martes, 29 de abril de 2014

La escultora de Dios

Ahora que la Semana Santa se nos ha marchado, quedan en el recuerdo las calles llenas de imágenes sacras y gente devota de ver esas imágenes en la calle. Personalmente, siempre me han llamado la atención todas aquellas personas que están aguardando un año entero la salida de Cristo, la Virgen y multitud de santos y, por la climatología, se ven obligados a permanecer en sus templos. Las lágrimas son indescriptibles, y supone una muestra de fe plenamente respetable.
 Siempre he querido imaginar que estas lágrimas son una muestra de cómo la fe, y la imagen a través de la fe, puede llegar a tocar el corazón de las personas. Y estas emociones no son nuevas, ni mucho menos.
 Cierra los ojos e imagínate en el siglo XVII. Católicos y protestantes buscan su espacio en una nueva Europa dividida espiritualmente, y la Iglesia de Roma busca mantener la feligresía a través de una serie de medidas tomadas en el Concilio de Trento (1545-1563). Se había iniciado la Contrarreforma, o Reforma Católica. Entre las medidas tomadas por el Papado vamos a destacar el fomento de las imágenes en las iglesias frente a la iconoclastia protestante. La imagen se convierte en instrumento de fe y de educación para una sociedad mayoritariamente analfabeta, y a través de ella se pretende conmover al/la fiel y que sea partícipe del mensaje católico de sacrificio de Cristo.
 Y aquí es donde entra la protagonista de la entrada de esta semana, Luisa Roldán, "La Roldana".  Probablemente todo el mundo conoce a autores como Gregorio Fernández y sus Cristos Yacentes, profusos en heridas y sangre que incita a las personas a rezar y a entender el sacrificio que hizo por la Humanidad; o a Alonso Cano y sus Inmaculadas tiernas y que llaman a la piedad y a la ternura.
 Pero no demasiada gente, hasta hace no mucho tiempo, ha conocido a Luisa Roldán "La Roldana"; hija de Pedro Roldán, escultor sevillano de comienzos del siglo XVII. Luisa Roldán nació en Sevilla en 1652 y falleció en 1704; desde muy joven aprendió el oficio de tallar madera observando a su padre. No olvidemos en este sentido que en el siglo XVII las mujeres tenían muchos problemas para acceder a los talleres, y por supuesto ni podían soñar con ser maestras de taller ya que su acceso a los exámenes estaba vedado. Como hemos citado en otras entradas, algunas mujeres viudas tuvieron la opción de hacerse cargo del taller de su marido. De este modo, la única vía de aprendizaje de la  mujer en el ámbito artesanal era a través de un hombre, bien un familiar o bien el marido. 
En el caso de La Roldana, desde sus inicios en el taller paterno esta sevillana mostró gran determinación, e incluso su boda con el aprendiz artesano Luis Antonio Navarro de los Arcos le llevó a abandonar el taller por la desaprobación de su padre. Parece que fue una escultora de carácter y bien considerada en el entorno artístico de la Andalucía del s. XVII. Es más, incluso algunas autoras como Beatriz Porqueres mencionan que Luisa Roldán reivindicó su papel escultórico sobre el de su marido a través de soluciones como el "Arcángel San Miguel aplastando al Diablo" (1692); en esta obra la cara del Arcángel se asocia a la cara femenina de La Roldana, y la masculina del Diablo a su marido.

 Autora de importantes obras religiosas (tanto de imaginería como pequeñas obras de terracota) en el ámbito de Andalucía (especialmente en Sevilla y Cádiz) y Madrid, La Roldana fue nombrada Escultora de Cámara por los reyes Carlos II y Felipe V, por lo que llegó a trabajar en la Corte. Probablemente sus imágenes tiernas, de líneas suaves, que incitaban a la oración y a la piedad hacia las imágenes, permitieron a La Roldana poder introducirse en los círculos artísticos de la Monarquía.
Para finalizar, simplemente decir que Luisa Fernández, "La Roldana", es un ejemplo de cómo en algunos casos la mujer artista pudo abrirse paso en la vida sin tener que ocultar su nombre o adoptar roles que se atribuyen al hombre.

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Virgen Dolorosa (Sisante, Cuenca)


Bibliografía

-    Cruz Valdovinos, J. M., "La mujer en el Arte madrileño del siglo XVII", en VIII Jornadas de Arte “La mujer en el Arte español, Madrid, 1997,  pp. 179-186
-    García Olloqui, Mª V., Luisa Roldán la Roldana: Nueva biografía, Sevilla, 2000
-         Porqueres, B., “Luisa Ignacia Roldán y Antonio Navarro de los Arcos: La querella de un matrimonio de artistas a finales del siglo XVII”, en Morant, I. y Bolufer, M. (coords.), El matrimonio en el corazón de la sociedad, monográfico de la revista Tiempos Modernos, 18, vol. 1(2009), pp. 1-11
-     Ramos de Castro, G., "La presencia de la mujer en los oficios artísticos", en VIII Jornadas de Arte “La mujer en el Arte español, Madrid, 1997,  pp. 169-178
-      Torrejón Díaz, A. y Romero Torres, J. L. (coords.), Roldana, Sevilla, 2007

domingo, 6 de abril de 2014

La duquesa y el jardín

Ahora que vamos entrando poco a poco en la primavera (aunque a veces el tiempo parezca desmentirlo), existen excursiones clásicas en Madrid que todo el mundo debería de llevar a cabo. Una de estas excursiones, que no requiere un esfuerzo excesivo, es la visita al Jardín del Capricho. Este jardín histórico data de fines del siglo XVIII y se encuentra en el barrio de la Alameda de Osuna (Barajas), cerca del parque de Juan Carlos I y de los restos del castillo de los condes de Barajas (s. XV).
 La idea de mencionar este jardín es que fue iniciativa de María Josefa Pimentel y Téllez-Girón (1752-1835), XII duquesa de Benavente, duquesa de Osuna  y destacada aristócrata en un momento de profundos cambios en España.
Nacida en Madrid de familia noble, la condesa-duquesa de Benavente fue una mujer culta y refinada; incluso tuvo la opción de conocer diversos entornos europeos ya que su marido, el duque de Osuna, fue embajador español en Viena y París, por ejemplo. Tuvo numerosos hijos (diez, de los que cinco fallecieron al nacer) , y falleció en Madrid en 1835.
Esta mentalidad abierta llevó a María Josefa Pimentel, al igual que a otras mujeres de su clase, (ver El primer feminismo en España), a abrir un salón literario en su domicilio a donde acudía parte de la élite intelectual del país. Además, fue la segunda mujer en ingresar en la Real Sociedad Económica Matritense (sociedad económica de corte reformista); ante la negativa de la junta directiva a su ingreso, María Josefa Pimentel instituyó la Junta de Damas de Honor y Mérito, dentro de la misma institución, para dar más valor a las mujeres dentro de la entidad.
 Por otro lado, la duquesa ejerció de mecenas, financiando diversas obras de arte y a artistas tan importantes como Francisco de Goya (el "Aquelarre", por ejemplo, fue un encargo de la aristócrata; también existe en el Museo del Prado "La familia de los duques de Osuna).  En una entrada anterior ya hablamos del papel de mecenazgo de las reinas hispanas (ver entrada Las reinas y el arte), pero no fueron las únicas. Infantas, abadesas o aristócratas también contribuyeron con su dinero y sus gustos artísticos a difundir el arte.

La condesa-duquesa de Benavente (Francisco de Goya, 1785)
El Jardín del Capricho, fue una iniciativa muy importante de la duquesa que tuvo su inicio hacia 1783, y tuvo posteriores añadiduras y reformas en el siglo XIX. Como su nombre indica, este espacio ajardinado fue diseñado a capricho de su comitente, con salón de baile, invernadero, casas rústicas y otras sorpresas muy agradables para el/la visitante.
El jardín, considerado de carácter histórico, ha llegado muy bien hasta gracias a una acertada política de conservación (aunque eso suponga, por ejemplo, que sólo abra al público los fines de semana); de influencias inglesas, la profesora Carmen Añón considera que es un "jardin femenino por esencia, hecho por una mujer de gusto, de sensibilidad, que ha viajado".

Una de las fuentes del Capricho


Casita rústica del Capricho

 A priori puede parecer que esas afirmaciones tienen cierto sesgo de género, aunque es cierto que el jardín está diseñado para el deleite de los sentidos y para el disfrute de una Naturaleza domesticada (incluso podemos encontrarnos un pequeño río artificial en el que la duquesa pasearía en barca los días primaverales), como era bastante habitual en aquella época.
 Más bien podemos decir que la duquesa se comportó como una mujer de la nobleza concienciada con el momento de cambios que estaban desarrollándose a finales del siglo XVIII; por lo tanto, la acción de  María Josefa Pimentel se inserta dentro de una corriente europea de acercamiento femenino aristocrático a la economía, la cultura, la política hasta donde era posible... y a la Naturaleza a través de espacios ajardinados, y que en España tiene un cercano reflejo en el Jardín del Príncipe de Aranjuez (en parte porque la duquesa compartió con la Monarquía al jardinero real Pablo Boutelou, no sin ciertos problemas debido sus fricciones con la reina María Luisa).


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Literatura

- Almudena de Arteaga, Capricho, Barcelona, 2012


Bibliografía

- Añón Feliú, C., “El Capricho” de la Alameda de Osuna, Madrid, 1984
-   Ariza, C., Los jardines de Madrid en el siglo XIX, Madrid, 1988
- Condesa de Yebes, La condesa-duquesa de Benavente, una vida en unas cartas, Madrid, 1955
- Luengo, M., “El Capricho de la Alameda de Osuna”, en Añón, C. y Luengo, M. (dirs.), Jardín y Romanticismo, Madrid, 2004, pp. 71-89